No tengo nada en contra de los murciélagos pero una tarde, mientras caminaba con Suzann me hizo notar que tienen una manera desordenada de volar O al menos eso nos parece comparado con el vuelo de los pájaros Hay veces que mi cabeza parece estar llena de murciélagos hiperactivos Pensamientos y emociones revoloteando sin control sin razón aparente Y voy por la vida tratando de encontrar espacio En esta cabeza mía Y mientras más lo busco Menos lo encuentro Hasta que me siento, con papel y pluma en mano Me siento para sentir los murciélagos revolotear y mi pluma deja que vayan aterrizando, uno a uno en el papel Sin orden sin filtros Así voy despejando el espacio en mi cabeza Espacio para algo más constructivo O tal vez, simplemente espacio vacío
Category: Español
Abhyasa o la práctica
Hoy quiero escribir sobre la práctica. Tanto en los Yoga Sutras de Patanjali como en el Bhagavad Gita se le da gran importancia a la práctica. De hecho, la práctica y el desapego son dos principios esenciales en el yoga.
La práctica es por un lado el sadhana diario. Cada persona tiene su propio sadhana, de preferencia guíado por un maestro, pero también puede ser creado por uno mismo.
El sadhana es importante porque es cuando la mente se va acostumrando a usar herramientas como la respiración y la consentración. También es importante porque creamos un momento del día para estar consigo mismo en silencio y aprender a ser sin necesidad de hacer.
Pero la práctica va más allá del sadhana. La práctica también es aprender a vivir una vida consciente. La práctica requiere auto observación y constante reflexión. Al ir por el día a día observamos nuestro estado mental, nuestras actitudes y nuestro comportamiento y tratamos de alinearlo con lo que sabemos (a través del estudio del yoga) es beneficioso para nuestro desarrollo espiritual y el bien de los demás.
Cambiar hábitos y sobre todo los hábitos de pensamiento, toma mucho tiempo y mucha práctica. Es importante reconocer y aceptar el por qué de nuestros hábitos limitantes. El auto análisis puede empezar por reconocer y aceptar situaciones de nuestra vida que han creado ciertos patrones de pensamiento, pero no es necesario. En la práctica del yoga lo más interesante es encontrar de dónde, al interior de nosotros mismos, viene nuestra manera de pensar, no es necesario apuntar hacia experiencias vividas ya que no podemos cambiarlas.
Normalmente, la raíz de nuestros pensamientos y acciones limitantes es alguna sensación de carencia. Esta carencia se traduce de diferentes maneras y es importante saver verla y aceptarla para así tomar nuestra vida y nuestro bienestar por las riendas. Es importante aprender que las experiencias del mundo material jamás podrán satisfacer esa carencia. Solamente nuestro trabajo interior podrá hacerlo.
Con la práctica tanto del sadhana como la práctica del día a día, al calmar nuestra mente, al aceptar nuestra situación y gradualmente cambiar nuestra mentalidad, nos acercamos poco a poco a la fuente interna de abundancia y nos damos cuenta de que no nos falta nada.
Eso hice este fin de semana al entrar una vez más en uno de esos estados de auto-lástima y ‘soledad’. Logré sacarme de ahí al reconocer que mi estado mental y mi percepción son mi responsabilidad. No más culpar las circunstancias. No más culpar simplemente. Mi mente tiene la tendencia a buscar algo que falta, algo que está mal. Pero poco a poco voy acostumbrándola a ver lo que hay y lo que va bien y cultivarlo.
Tiempo robado
Esta frase vino a mi mente un día en el que, a media tarde y entre semana, me tomé la libertad de sentarme un momento a no hacer nada. Por alguna razón, me sentí incómoda. Como si estuviera haciendo algo malo. Lo primero que pensé fue: ‘¿no tengo nada que hacer? Y obviamente que la respuesta era ‘sí’. Como ama de casa y maestra de secundaria, siempre tengo algo que hacer. Pero no tenía nada urgente que hacer. Mis clases del día siguiente estaban listas, no tenía tiempo tanto tiempo como para ponerme a limpiar la casa y no había tanta ropa sucia, además teníamos comida para los próximos días en el refri. Aún así, me senté con la sensación de que si alguien me viera, me juzgaría.
Desde hace dos o tres años, mi marido y yo estamos tratando de simplificar nuestra vida lo más que se pueda. La razón principal es que queremos pasar tiempo en familia. Tenemos tres hijos de 14, 12 y 11 años, y vemos con cierto horror lo rápido que el tiempo ha pasado desde que nuestro hijo mayor nació. No queremos un día ver atrás y darnos cuenta de que pasamos el tiempo que nuestros hijos estaban a nuestro cuidado corriendo de un lado a otro o exhaustos después de largos días llenos al tope de actividades. Este año, parece que al fin lo estamos logrando. Tiene que ver que nuestros hijos son más independientes ahora, pero también que hemos tomado decisiones con este objetivo en mente.
También me doy cuenta de que aunque todavía soy relativamente joven (43 años), mi nivel de energía no es el mismo que hace diez años. Mi actitud también tal vez ha cambiado. Después de varios años de practicar meditación, de ir a retiros de silencio y sentir lo que es tener la mente y el cuerpo tranquilos, no se me da la gana conscientemente llenar mis días tanto que por más que intente evitarlo, mis niveles de estrés regresen a lo que eran hace unos años.
La práctica de meditación y de vivir una vida consciente ayudan a mantener un estado mental más tranquilo, pero tampoco es magia. Si uno no hace mas que correr de un lado al otro, el sistema nervioso simpático es activado y cuando se vuelve algo crónico acaba uno agotado.
¿Tal vez el proceso de simplificar la vida es en cierta manera un efecto del trabajo de vivir una vida consciente? Cuando sabe uno cómo se siente vivir estresado, cuando sabe uno cómo quiere sentirse, no queda más que tener sus prioridades bien claras.
Pero regresando a la idea del ‘tiempo robado’, aunque tengo como objetivo en mi vida simplificar y correr menos, tengo bien anclado en mi inconsciente que cada minuto de mi día, especialmente entre semana, tiene que ser utilizado en hacer algo ‘productivo’ o algo para mi familia. Pero, ¿a quién pertenece el tiempo? ¿quién decide qué debo hacer con ‘mi’ tiempo?
Cada quién vive su vida como mejor puede, y últimamente pienso que si hago mi trabajo consciente de cuál es mi responsabilidad y poniendo mi mejor esfuerzo, puedo al mismo tiempo buscar el equilibrio entre el tiempo que paso haciendo mi trabajo y el tiempo que me doy para descansar o hacer algo que me ayude a desconectar mi menter por un rato. Lo mismo aplica para mis otras responsabilidades.
Tal vez parte de la ecuación es encontrar qué es lo que yo aporto en cada lugar en donde tengo responsabilidad. Esto me ayuda a tener más claro qué es suficiente, qué es lo mejor que puedo hacer bajo las circunstancias que tengo (tiempo y recursos) en vez de estarme comparando con otras personas o con un ideal inalcanzable.
Así que la próxima vez que me salga a caminar durante mi trabajo para airear mis pensamientos, o me siente a tomar un té un martes por la tarde, si las palabras ‘tiempo robado’ vienen a mi mente trataré de recordar que nadie es dueño de mi tiempo ni del tiempo de nadie. El tiempo es una herramienta que inventamos en un principio, seguramente para facilitarnos la vida, pero se ha vuelto un concepto que trae mucho estrés para la mayoría de la gente.
Casi fin de semana
Pequeños grandes momentos de gratitud.
Lunes: la atención y compasión de un par de oídos en un momento de confusión.
Martes: un par de zapatos secos y calientitos por la mañana para mi viaje en bici hacia el trabajo.
Miércoles: el honor de compartir mi pasión.
Jueves: el espíritu juguetón de un desconocido que me alegró el camino de vuelta a casa.
Nada más bello que una buena risa imprevista en medio de lo cotidiano.
Gracias
El rechazo
Hace más o menos dos años tenía que tomar un curso para mi trabajo y encontré que lo podía tomar en Paris. Como viví algunos años en Francia, me pareció el pretexto perfecto para visitar la capital francesa y ver amigos que no tengo la oportunidad de ver seguido.
Una de estas amigas vive precisamente en Paris y aunque hacía mucho que no nos veíamos, habíamos mantenido el contacto durante años de manera un poco irregular. A veces nos hablábamos durante largos periodos casi diario, y a veces podían pasar meses sin que ni siquiera nos enviáramos un sólo mensaje.
Tenía ya como seis meses que no sabía de ella, pero cuando supe que sí podía ir a Paris, le mandé un mensaje segura de que me diría que nos podíamos ver todos los días después de su trabajo.
Para mi gran sorpresa, su respuesta fue seca y cortante ‘lo siento, no tengo tiempo’. Le escribí para preguntar si estaba enojada, y mientras más trataba yo de averiguar qué pasaba, más parecía hacerla enojar. Llegó al punto de que me dijo que la estaba yo acosando. Tal vez sí insistí demasiado, pero su comportamiento me pareció tan extraño que hasta pensé que tal vez estaba en problemas.
Fui a Paris y no la vi. Le mandé un mensaje pare decirle que fuera lo que fuera, si algún día ella quería retomar el contacto, yo estaría esperando. Pero debo confesar que me dolió tanto su actitud que la borré de mis amigos de Facebook (jajaja, ya sé, ¿cuántos años tengo?) y no la volví a contactar.
Hasta el año pasado que en Navidad le mandé un mensaje para desearle felicidades. Y luego en el verano para decirle que pensaba en ella. Y finalmente esta Navidad otra vez para desearle felices fiestas.
Esta Navidad me respondió diciendo que no tiene nada en contra de mí, pero que nuestro ‘incidente’ de hace dos años la hizo darse cuenta de que su vida es mejor sin mi amistad.
Algo debo de haber hecho que la hizo enojar así, no estoy tratando de ponerla a ella en la casilla de la ‘mala’ y yo la ‘pobre mártir’, lo malo es no saber qué demonios fue lo que hice. Me hubiera gustado que me dijera. Y lo más seguro es que nunca lo sabré.
Lo interesante en esta historia es observar mi reacción hacia el rechazo. Primero que nada fue de dolor y confusión. Luego, no lo niego, de enojo porque en mi expectativa de lo que una amiga ‘debe de ser’, los malentendidos se hablan y se le da a la otra persona la oportunidad de reparar el daño. Luego de orgullo ‘ella se lo pierde’, y al final de duda en mí misma.
Esta amiga, es una de las pocas que me sabe todo: mis logros y mis errores, mis lados buenos y mis debilidades. Llegué a pensar que tal vez no quería más mi amistad por los errores que he cometido, porque me juzga no ser digna de ser su amiga por en algún momento de mi vida haber sido débil y cometido errores grandes. Pero ella no sabe lo que estos errores me han hecho reflexionar, y aunque no los puedo cambiar, aprendí mi lección y creo que crecí como ser humano… ‘si tan solo me diera la oportunidad de demostrarle que soy mejor persona de lo que ella cree que soy’…
Y al final, ayer pensando, me divirtió mi reacción y la bola de pensamientos que me vinieron a la cabeza a raíz del rechazo. Todos tenemos nuestros puntos débiles, y yo creo que el rechazo es definitivamente uno de ellos. Es como si al rechazarme, la gente me confirmara lo que ‘sé’ de mí: que no soy perfecta, que tengo muchos defectos, que no soy tan buena persona como muchos pueden creer, etc, etc…. ¿Cómo es posible que de un episodio de mi vida pueda yo desperdiciar tanta energía en tanta negatividad? No lo sé.
¿Cuál es mi conclusión? Hay que saber soltar. Fue una amistad bonita el tiempo que duró, pero ya llegó a su fin. No soy perfecta y nunca lo seré pero hay que seguir caminando, seguir aprendiendo y tratar de hacer menos mal que bien a mi alrededor y cuando cometa errores, cuando haga algo que lastime a alguien más, lo mejor que puedo hacer es perdonarme, pedir perdón, y tratar de no cometer el mismo error.